viernes, 26 de diciembre de 2014

SQUIZOPHRENYA

El suelo está frio. Lo noto bajo los pies, tal vez demasiado áspero, demasiado duro para ser real. Tal vez demasiado frío, demasiado opaco. Tal vez incluso demasiado exacto para ser real. ¿Pero acaso algo es real? ¿Qué quiere decir exactamente "real" ?
He pasado noches completas en el pavimento de mi calle, en pijama y descalza, reflexionando.
No sólo acerca de si algo es real o no, sino acerca de la vida, del mundo. Es posible que haya reflexionado sobre algo tan simple como nos puede parecer una abeja. ¿Simple? Ja, sin esas capullas no estaríamos vivos.
Una mesa. ¿Simple, verdad? Pero piensa: Esa madera tuvo una historia antes de ser una mesa. Tal vez no muy interesante, pero ahí está. ¿Y si en esa madera hubo termitas y tu mesa es la parte superviviente?
Y, en el fondo, la pintura negra que la recubre es como la ropa. Tapa los nudos o complejos de ese pedazo de árbol.
¿Simple?
Tal vez por eso me sea imposible dormir la mayoría del tiempo. Mi cerebro jamás deja de estar activo hasta que no me agoto por completo, hasta que no llevo cuatro días sin dormir y la mejor opción parece desmayarme dándome golpes contra una pared para, al menos, tener media hora de descanso.
Pero aquí afuera, con los pequeños guijarros de la acera clavándose en mis talones, con el frío del suelo en los dedos, me siento tranquila.
Posiblemente lo que me impide empezar a desvariar y quedarme horas y horas parada mirando al infinito y perdiendo la noción del tiempo sea el suelo.
Es irónico que un suelo me mantenga con los pies en la tierra.
Desde que tengo memoria esto me sucede. Tal vez por culpa de mi mente tenga esos ataques. Nada grave, desde luego, pero hay veces que, cuando mi mente no para de saltar de un tema a otro y casi me resulta imposible pararlo, siento algo parecido a un ataque de ansiedad.
Ya he perdido la cuenta de las noches que he pasado bajo la mirada de las estrellas, con la luz titilante de las farolas como compañía.
Una repentina brisa me saca de mi ensimismamiento. Parpadeo un par de veces, algo atontada.
Cuando mi hermano Nick murió, esos ataques solían darme a menudo, pero ahora han disminuido. Nick... Él era mi hermano gemelo, posiblemente mi único amigo -verdadero amigo- y la persona con la que mejor me llevaba. A él le confiaba todos mis secretos. Todos.
Al pensar en él se me hace un nudo en la garganta y tengo que sentarme en el suelo.
Nick era el único que sabía acerca de lo que me pasaba, de lo que me pasa. El único que lo entendía. Mis padres tan sólo me amenazaron con llevarme a un psicólogo si seguía diciendo eso. Creo que hasta una vez pensaron que podía tener lo que en este Estado se llama "Squizophrenya". A partir de entonces, dejé de contarles las cosas a ellos y empecé a contarle absolutamente todo a Nick. Hasta que murió.
Bueno, eso es lo que dicen mis padres que murió. Pero todos sabemos que no es así.
Nick se suicidó.

Él siempre decía que el mejor consejo que le habían dado era el de no tomar decisiones cuando estuviera alterado...
Pero supongo que fue demasiado tarde cuando se acordó...





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