miércoles, 1 de enero de 2014

Tatuajes de sangre


Caía una fina lluvia. No era suficiente para calarnos, pero daba la sensación de que hacía más frío del que debería.

-Y la reina de este año es…

La directora, Isabella Lightwood, intentó abrir el sobre que tenía en las manos, el sobre en el que estaba escrito, seguro, el nombre de Ámber Roose, pero éste estaba demasiado bien pegado, y el papel se estaba empezando a mojar.

Todos los alumnos que había en los jardines del Inferno, nuestro instituto ( que, por cierto, hacía honor a su nombre) contuvieron la respiración. A mi lado, Daire se removió, inquieta.

Me dirigió una mirada. Sabía lo que estaba pensando, pero también sabía que nuestro nombre jamás aparecería escrito en el sobre.

Al fin, Isabella sacó un papelito cuadrado.

En él, con letra típica de máquina de escribir se distinguían algunas letras.

-¡Ámber Roose!-Exclamó la directora, dándole a Hank, el celador, el papel para que comprobara que era cierto que Ámber era la ganadora.


Hank asintió.

-Bien, -Siguió Isabella. -¡Ámber, suba al escenario, por favor! Y ahora será coronado como rey... ¡Ámber, suba deprisa, que ha de seguir el baile!

En los jardines, la gente empezó a aplaudir a la reina del baile.

-¡Kevin Troosvelt! Por favor, acérquese...

Un chico guapo, rubio y de ojos marrones subió al escenario entre los aplausos y los empujones de sus colegas, pero Ámber aún no había llegado.
-Ámber Roose, si no sube en veinte segundos será nombrada en su lugar otra persona, por supuesto, la segunda chica que más votos tenga. -Proclamó Hank con su monótona voz.
Conté mentalmente los segundos que pasaban, masajeándome las manos y mirando a Daire de vez en cuando. Ambas sabíamos que lo que más le gustaba a Ámber era la popularidad, el hecho de ser admirada por los demás la hacía ser lo que era. ¿Por qué no acudía entonces a recoger la horrible diadema plateada y nos dejaba seguir con la fiesta?
Nueve...diez...
Los alumnos empezaron a removerse, nerviosos.
-Elegirán a otra. Está claro que no va a aparecer. -Me susurró Daire al oído.
-Ya lo veremos, a lo mejor sólo se ha ido al baño y ha decidido venir tarde para darse más protagonismo. -Le respondí, cansada de Ámber y sus gilipolleces de niña inmadura.
Tampoco era que yo fuera súper madura, a veces jugaba al Party and Go con mi hermano, pero en fin, no era tan estúpida ni infantil como ella.
No apareció.
-Bueno, -Dijo la directora.- El tiempo de espera se ha acabado, si ven a Ámber, díganle que lo sentimos por la pérdida de puesto.
-Que se joda -Susurró un chico a mi lado.-¿no te parece?
Asentí con la cabeza, ya que hacía mucho tiempo que deseaba que le pasase algo así. Ya me arrepentiría (si eso) más tarde.
El chico era también de último curso, ,como yo, pero de otra clase. No éramos amigos lo que se dice amigos, sólo habíamos quedado una vez y con mucha más gente, y a penas habíamos hablado, pero era muy majo. Me caía bastante bien. Supongo que yo a él también, y aún le caía mejor cuando descubrió que Daire y yo odiábamos a Ámber.
Eso sí, Ámber hacía buena pareja con Kevin, pero desde luego no por su carácter, más bien por su atractivo físico.
Kevin no estaba nada mal. Pero yo le cambiaría el pelo rubio por negro o marrón.
"Si estuviera yo..." Me obligué a no pensar eso. ¿Cómo iba a ser yo? A penas era conocida por los de mi clase (que preferían mil veces a Ámber antes que a mí) y tenía en el instituto unos quince amigos con los que quedaba a veces y, por supuesto Daire, pero con eso no me servía ni para ser votada y quedar penúltima.
Esta vez es el subdirector quien abre el segundo sobre.
Se queda mirando el papel con el sombre con cara de desconcierto y asombro y se pasa una mano por su escaso pelo, como nervioso.
A estas alturas de la ceremonia yo ya estaba calada, y mi pelo chorreaba. Me iba a constipar.
-Jessika Marshall.
Se hace un completo silencio en todo el aparcamiento. ¿Quién ha dicho?
-Jess -Me dice Daire.-eres tú.
Vale, eso sí que no me lo creo. Es coña. Me están vacilando. Es una broma; oh, por favor tiene que serlo.
El chico a mi lado empezó a apartarse, como para dejarme pasar,  y yo me sonrojé. ¿De verdad había sido yo? Oh, tío. Que mierda. No quería subir ahí arriba y sentir a todo el mundo mirándome mientras Isabella me ponía una muy cursi tiara plateada.
A demás, ¿qué cojones? era más que obvio que yo no podía ser ESA chica, la ganadora. ¿Dónde estaba Ámber? Ahora sí que la echaba de menos, por primera vez en toda mi vida.
Respiré hondo y empecé a caminar entre el gentío.
Notaba todas las miradas clavadas en mí, acusadoramente. Estaba nerviosa, cagada de miedo. Pero no iba a dejar que lo vieran.
Miré al frente, sin pensar en nada, y alzando un poco la barbilla con altivez.
Ok, ¿ahora me creía Kate Moss o qué?
Pude llegar al escenario nerviosa, mis piernas temblaban, pero no me había caído. Y, por desgracia, Ámber no había acudido en mi rescate.
Una lástima.
La directora me miró acusadoramente, como si supiera yo algo de esto, y al llegar junto a Kevin a penas podía dejar de mirar el suelo. De repente, las manchitas de polvo se habían vuelto extremadamente interesantes para mí, y no podía dejar de examinarlas, con la cara sonrojada.
Tuve que alzar la cabeza para que la tiara no se me cayera, y vi todos aquellos rostros que flipaban tanto o más que yo.
Rápidamente estreché la mano de Kevin en un formal saludo, y todos los estudiantes se hicieron a un lado, abriendo un pasillito entre el gentío. Mierda.
Se me había olvidado.
Los reyes abren el segundo baile de la noche. 
Nos dimos la mano y bajamos lentamente los escalones. Yo iba contando mentalmente los pasos. Hasta los jardines que había tras el aparcamiento fueron doscientos treinta y tres. Cuando dejamos de andar le miré de reojo. Kevin tampoco parecía muy cómodo. 
Nos cogimos la mano derecha y yo posé mi mano en su hombro. 
La música pastelada y horrenda empezó. 
Bailar nunca se me había dado mal, pero prefería mil veces el baile contemporáneo, el break-dance, o el simple baile callejero. Prefería el baile del siglo XXI al baile del XVII. 
-Oye Jess -Susurró Kevin. -¿Y Ámber?
Me encogí de hombros. ¿A caso se pensaba que yo estaba pendiente de cada paso que daba la tía más diva del Inferno?
-No te ofendas -Continuó él-, pero pensaba que le hacía ilusión toda esta chorrada. -Sacudió la cabeza de forma que el cabello le cayó hacia la cara, formando ondas que a otra chica le habrían parecido adorables.
-Ojalá hubiera aparecido -Espeté.- Me ahorraría toda esta "diversión".
Kevin rió entre dientes. 
-¿No te gusta? -Inclinó la cabeza.
-No.
Una sonrisa se extendió por su rostro.
-¿Qué te hace tanta gracia, Troosvelt? -Espeté.
-¿Sabes que ser la reina del baile es el sueño de toda adolescente matriculada en el Inferno y tú estás diciendo que lo odias? Sorprendente.
Fruncí el ceño extrañada. Tal vez había idealizado a Kevin antes de conocerle, pero ahora me resultaba amable, agradable incluso. No parecía tan superficial. En vez de superficial 100%, ahora era un 99,8%.















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