lunes, 8 de junio de 2015

"Tú no sabes nada." Solté. "No sabes absolutamente nada."
"Explícame." Rogó el.
Negué con la cabeza, mirando al suelo. Él dio un paso al frente, hacia mí. Clavé mis ojos sobre los suyos, haciéndole estremecer.
"No sabes lo que es el hambre. No sabes lo que es el frío. No sabes lo que significa ser humano, no tienes ni idea." Solté una risa irónica. "Sólo eres un crío perdido que se cree que puede salvar el mundo con una mágica sonrisa y un par de palabras, pero sólo eres un estúpido más. ¿Te has saltado un día la merienda? Prueba a tener que servirte de restos del suelo un mes. ¿Has pasado frío en alguna de tus estúpidas fiestas? Prueba a salir a la calle, en pleno Enero. Intenta dormir en un banco sin que se congelen las mantas. Te crees fuerte, te crees valiente, pero tal vez sólo eres demasiado estúpido, demasiado inmaduro." Alcé el mentón, una mueca de asco asomaba en mis labios.
"Nunca, y créeme que nunca, has visto la verdad sobre nuestra raza. Te crees que somos increíbles, la raza dominante, pequeños genios de dos patas. Ja. Esto, todo lo que ahora ves, no es ni la mitad de lo que sucede ahí afuera." Tras señalar los destrozos más cercanos, fui alejando la mano, en dirección hacia las afueras... Hacia el verdadero infierno. "Has crecido en un barrio de niños ricos, tenías todo lo que querías al alcance de la mano en cada segundo pero la cosa ha cambiado ¿de acuerdo? Recuérdalo siempre: Somos humanos, mentimos, robamos, luchamos, sobrevivimos, matamos y enloquecemos. Y eso no es ni la mitad del daño que podemos hacer. Ahí afuera hay peligros que jamás imaginarías, tal vez ni habrías llegado hasta aquí de no haber sido por mi. No sabes nada, y puede que nunca sepas nada, pero eso no es lo que importa. Pase lo que pase Dan, pase lo que pase, quiero que cumplas la única regla que te voy a imponer en el tiempo que estés. Nunca, bajo ningún concepto, te enamores. Es el peor defecto del hombre."
Sostuve la mirada unos segundos más, a tiempo de ver cómo una mezcla de confusión y  vergüenza asomaba a su rostro. Me mantuve fría, imperturbable, rígida como una estatua.
"No sé nada. " Escuché su voz, a mi espalda. "Pero sé que no creo eso. Creo que el a..."
Me giré, con los ojos abiertos, casi con una mueca salvaje.
"Sigue así y te matarán. Y por una vez te aseguro que no pienso preocuparme por ti, no pienso salvarte. Ayudar niñatos estúpidos no está en ningún manual de supervivencia. Y te recuerdo que sobrevivir es por lo que luchamos ahora."




No hay comentarios:

Publicar un comentario